Casi todos nuestros novelistas
actuales recuerdan la agradable experiencia de oír a sus abuelas, padres o
vecinos narrar cuentos y consideran que su afición a la literatura y su
vocación de escritores comenzó al escuchar las palabras de estas personas que,
en muchos casos, eran analfabetas.
La tradición oral ha desaparecido
prácticamente en nuestra cultura. No sabemos romances o leyendas pero su
función será realizada por nosotros, que debemos volver a aprender a contar
cuentos. Tenemos que ser conscientes de la trascendencia que tiene el contar al
niño historias. Pueden ser inventadas por nosotros o bien extraídas de nuestro
bagaje cultural, de la Biblia, de la Historia o de nuestra experiencia
personal, recuerdos de infancia, anécdotas del propio niño cuando era más
pequeño. Más importante que lo que se cuenta es la manera cómo se dice y el
hecho mismo de hacerlo.
Otra manera de utilizar la imagen
es leer cuentos enseñando a los alumnos las ilustraciones, que, en algunas
ocasiones, sustituyen totalmente al texto. Utilizar diapositivas de las
ilustraciones de un libro puede servir para contarlo de manera diferente y para
hacer una serie de juegos que afiancen el contenido o nos ayuden a a saber si
han comprendido la historia.
Una idea interesante y de
incalculable utilidad práctica en el aula es la “lectura
equivocada”, en la que el profesor va cambiando los
elementos de un cuento conocido por los niños para que éstos lo
identifiquen. En estas actividades no solamente se pretende despertar el interés
por la lectura sino conseguir otra serie de objetivos, como el desarrollo de la
atención, la imaginación...
La narración del cuento debe
hacerse en un momento determinado en el que se pueda crear un clima especial
entre narrador y oyentes y se debe buscar el disfrute estético de los niños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario